La ketamina, originalmente desarrollada como anestésico, ha captado la atención en las últimas dos décadas por su potencial en el tratamiento de la depresión, especialmente en casos severos y resistentes a otros tratamientos.
A diferencia de los antidepresivos tradicionales, la ketamina ofrece efectos rápidos, lo que la convierte en una opción útil en emergencias, como crisis suicidas. Investigaciones recientes, incluyendo estudios publicados en el British Medical Journal y Nature Medicine, han mostrado resultados prometedores, aunque se requieren más estudios para confirmar su efectividad y seguridad a largo plazo.
La esketamina, un derivado de la ketamina, ya ha sido aprobada en Estados Unidos y Europa para ciertos tipos de depresión. Sin embargo, algunos psiquiatras expresan preocupación por los riesgos de adicción y los posibles efectos secundarios graves asociados con su uso.
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